Fuego que declara

🔊📖🐔 EL CANTO DEL GALLO

🗓️ Martes, 17/6/2025

Serie: HASTA QUE EL MUNDO ARDA 🔥

EP#11 Fuego que declara

"Pero si digo: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre, entonces su palabra se convierte en fuego ardiente en mi corazón, encerrado en mis huesos; hago esfuerzos por contenerla, y no puedo." (Jeremías 20:9, RVA)

Hay un fuego que no se enciende con leña ni se apaga con agua. No es llama de hornos ni incendio de campos. Es un fuego que nace del cielo y consume desde adentro. No destruye, transforma. No mata, vivifica. Es el fuego de la Palabra de Dios, viva y eficaz, que arde en los corazones de aquellos a quienes ha tocado. Este fuego no pide permiso, no espera aplausos, no se acomoda al silencio: declara. Y cuando lo hace, nadie puede callarlo.

Jeremías no era un predicador famoso ni un líder carismático. Era un hombre perseguido, despreciado, ridiculizado por proclamar lo que Dios le había revelado. Su ministerio fue una larga serie de fracasos humanos. Fue azotado, encarcelado, puesto en cepo (Jer 20:2-3), abandonado por sus amigos (v. 10), traicionado, y llegó a maldecir el día en que nació (Jer 20:14–18). Su vida parecía un monumento al fracaso. Y, sin embargo, una llama lo sostenía.

Esa llama era la debar-YHWH, la Palabra del Señor, que no podía ser contenida. “Su palabra era en mi corazón como fuego ardiente” —dice—, usando el término hebreo ’ēsh, que no se refiere a un fuego común, sino a la llama de lo divino, la misma que se manifestó en la zarza de Moisés (Éxodo 3:2) y consumía el altar del sacrificio (Levítico 9:24).

La palabra “corazón” es lēḇ (לֵב), y para los hebreos no era solo el asiento de las emociones, sino del pensamiento, la conciencia y la voluntad. El fuego en el lēḇ de Jeremías no era emocionalismo, era compulsión espiritual. Era algo que lo abrasaba desde la raíz misma de su ser.

En nuestros días, la tentación de acomodar el mensaje, suavizar sus bordes, hacerlo más aceptable o digerible, es constante. Pero la Palabra de Dios no es un producto para vender ni una idea para negociar. Es un fuego vivo que corta y penetra. La Escritura misma lo afirma con fuerza en Hebreos 4:12: "Porque la palabra de Dios es viva (zōsa) y eficaz (energēs), más cortante (tomeō) que toda espada de dos filos (machaira distomos); y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón." Charles Spurgeon expresó una gran verdad con brillantez: “La Palabra de Dios es como un león. No tienes que defenderla. Suéltala, y se defenderá sola.”

La Palabra de Dios no es un mensaje para debatir, sino una llama que revela lo oculto. No es un elemento teológico: es una fuerza que arde, separa, desata y declara. A.W. Tozer escribió: “La Palabra bien predicada hiere antes de sanar, sacude antes de restaurar.”
Y es verdad. Jeremías no fue consolado primero y luego enviado. Fue quebrantado, y desde esa herida habló con voz ardiente.

Este fuego no se extinguió con Jeremías. En el camino a Emaús, los discípulos caminaban abatidos, hasta que el Resucitado les explicó las Escrituras. ¿Y qué dijeron después? "¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y nos abría las Escrituras?" (Lucas 24:32)

Pablo también vivió este fuego: "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" (1 Corintios 9:16). La expresión “¡ay de mí!” no es retórica. Es una expresión de juicio, de angustia profunda. No podía callar. El evangelio no era un discurso, era fuego.

David Brainerd, misionero entre los aborigenes de Norteamérica, escribió en su diario: “Oh, que pudiera arder para Dios. El mundo está dormido, y yo estoy dormido. ¡Oh, que pudiera ser una llama pura!”

¿Dónde están hoy los Jeremías? ¿Dónde los que no pueden callar, aunque les cueste todo?

¿Dónde están los que tiemblan ante la Palabra (Isaías 66:2), los que viven abrasados por un mensaje mayor que ellos mismos?

Ese fuego sigue encendiendo corazones. No lo produce la emoción de un evento, ni la motivación de mensaje elocuente. Desciende desde el cielo sobre corazones rendidos. Y cuando cae, no hay otra opción que obedecer.

Dispongamos el corazón a recobrar el ardor del primer amor, a sentir ese fuego desde lo más profundo de nuestro ser.  Y que, al hacerlo, la tierra sepa que hay un Dios que aún habla… hasta que el mundo arda.

📲 FRASE DEL DIA: “Oh, que pudiera arder para Dios. El mundo está dormido, y yo estoy dormido. ¡Oh, que pudiera ser una llama pura!” David Brainerd

🖋️ Nelson Gallitto