🔊📖🐔 EL CANTO DEL GALLO
🗓️ 19/7/2025
SERIE: ↩️ SÁBADOS DE CAMBIO 🐓
Título: COLABORADORES, LABRANZA Y EDIFICIO DE DIOS
📖 1 CORINTIOS 3:9 (Contexto 1-17)
“Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”.
En este versículo me ha llamado la atención los tres conceptos vertidos por el apóstol Pablo respecto al ser y las actividades de los creyentes.
1. COLABORADORES DE DIOS
A. El privilegio que conlleva
En el capítulo 1:1, Pablo se presenta a sí mismo junto a uno de sus colaboradores. Esto ya sería un altísimo honor para éste. Pero acá, ¡es Dios que nos da este título! Cuando medité sobre esta expresión realmente me conmoví. ¡Dios nos llama sus colaboradores! ¿Realmente necesitaría colaboradores? ¡Claro que no; Él es todopoderoso! Pero a pesar de esto, este todopoderoso Dios, creador de los cielos y la tierra, alto, sublimo, majestuoso, Rey de reyes y Señor de Señores, Santo… ¡desea usarme(te) en Su obra! Él quiere actuar por medio mío (tuyo). ¿Nos damos cuenta del inmenso privilegio que esto significa?
B. La responsabilidad que conlleva
El contexto anterior el apóstol muestra la carnalidad de los corintios al permitir contiendas, odiosas comparaciones y formación de bandos entre ellos.
Si en la obra de Dios quitáramos toda carnalidad, las preferencias, celos y actuar por conveniencia y competencia, el Señor podría dar mucho más fruto.
Cada uno puede y debe tener su parte en la obra. Si la tierra no es preparada por oración, amistad e invitación de una persona a la reunión, la semilla se secará sobra la tierra dura. Si luego la semilla plantada por el que predica no es regada por la oración, no sirve de nada. Por lo tanto, el que cosecha el fruto, no tiene mayor mérito que el que preparó la tierra o el que plantó. De última es Dios mismo que le designó a cada uno su tarea: “según lo que a cada uno concedió el Señor” (v.5b). Y aún así, todo nuestro actuar sería en vano, si “Dios no diera el crecimiento” (vs.6,7).
Por lo tanto, dejemos de lado la competencia, los celos y veámonos como un cuerpo con un mismo propósito, el de alcanzar las almas y fomentar el crecimiento de los creyentes.
Lógicamente, si Dios nos llama colaboradores, esto tiene un objetivo claro – una tarea, el servicio. Esto no sólo era una responsabilidad de Pablo, Pedro o Apolos. Pablo escribe a los tesalonicenses: “…os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1Ts.1:9). Y a los hebreos se escribe que “…la sangre de Cristo… limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo” (Hb.9:14). Por lo tanto, la consecuencia inmediata de haber recibido al Señor, el objetivo de la vida del creyente, debe ser el servir al Señor.
2. LABRANZA DE DIOS
En esta segunda expresión cambia el enfoque. En vez de ser para afuera enfocado a los demás, ahora es para dentro, para el creyente mismo, cada uno en particular.
A. El privilegio que conlleva
Otra vez es un gran privilegio, que seamos “labranza de Dios”.
Si meditamos un poco lo que Dios hizo y sigue haciendo en nosotros, encontramos un paralelo a estos agricultores. Nuestra vida marcada por la rebelión y antagonismo a Dios fue elegida personalmente por Dios. En su mente ya estaba lo Él quería hacer de este campo lleno de espinos y todo tipo de alimañas. A un costo altísimo, nada menos que la vida de su Hijo amado, logró limpiar este campo. ¡Pertenecemos nada menos que al Labrador celestial, al creador del universo entero! ¡Él se dignó en mirarnos en nuestra miseria cuando no valíamos nada para nadie, Él nos escogió y Él nos limpió!
Si somos honestos, esto le costó literalmente sangre, sudor y lágrimas. De hecho, la vida misma. Aun hoy le cuesta mucha paciencia y lágrimas
B. La responsabilidad que conlleva
Claro, al ver todo lo que ha hecho el Señor con nosotros, es lógico que también espere algo de nosotros. Lo que más anhela es que este campo lleve fruto. Espera que sea tierra fértil y traiga mucho fruto.
En seguida pensamos en el pasaje de Juan 15:1-8, cuando el Señor se llama la “vid verdadera”. Y también allí el “Padre es el labrador”. Lo que busca es el fruto, pero para que esto suceda tiene que limpiar.
Esto es lo que el Señor quiere hacer por medio de la actividad del Espíritu Santo el cual utiliza la Palabra, el cuchillo celestial. No existe exterminador de plagas más eficaz que la Palabra de Dios (Ej.: Sl.119:9,11)
Lamentablemente, a veces alguna parte queda sin producir, entonces Dios los tiene que poner a un costado. Pero, ¡qué bendición cuando se deja limpiar por el Señor porque empieza a llevar más fruto y mucho fruto! (Jn.15:8).
3. EDIFICIO DE DIOS
En tercer lugar, Pablo usa el ejemplo de la construcción o el edificio. Una vez más cambia el enfoque. Ya no es más para otros, ni para uno mismo, sino tiene que ver con Dios mismo.
A. El privilegio que conlleva
Una vez más vamos a destacar el inmenso privilegio que conlleva ser, en este caso, un “edificio de Dios”. Si hablamos de un edificio de Dios, no podemos de otra forma que pensar en un templo o en el tabernáculo. Estos eran los edificios de Dios en el antiguo Israel. Ahora, en vez de ser de una edificación de material, es un cuerpo, son los creyentes. ¿Existirá un privilegio más grande que éste, que Dios mismo se digne tomar habitación en nosotros? ¡Nosotros que somos polvo, creación suya, somos habitados por el Creador del universo! Ej.: las tablas de acacia recubiertas de oro del tabernáculo.
B. La responsabilidad que conlleva
Si pensamos en el templo de Dios enseguida pensamos en la santidad y consagración que se requería de todos los objetos como también de las personas que servían allí.
En el original la palabra templo se refiere al lugar interior del templo, por lo tanto, allí donde la presencia de Dios estaba en su plenitud. Este debe ser también el objetivo del creyente, que la presencia del Señor pueda manifestarse en toda su plenitud en su vida personal y congregacional.
Entonces resumiendo,
- tenemos 3 conceptos: “colaboradores de Dios, labranza de Dios y edificio de Dios”.
- tenemos 3 enfoques: hacia el hermano, hacia el creyente mismo y hacia Dios.
- tenemos 3 actitudes: servicio, fruto y santidad.
¡Hagámosle honor a ello!
Esteban Beitze – (Rubén Darío 4421 - Munro – Buenos Aires)