¿Qué ve Dios cuando me ve?

🔊📖 Centro Cristiano y Misionero ETERNIDAD 

Serie: Sábados de Cambio

Título: ¿Qué ve Dios cuando me ve?

📖 “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1ra Samuel 16:7)

Una canción popular de hace algunos años decía “¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad…” Y aunque se trate de un tema secular tiene algo que hace algunos días me llevó a reflexionar. ¿Qué ve Dios cuando me ve? O mejor dicho cuando me mira. Porque una cosa es ver (utilizando la facultad de la visión) y otra es mirar (aplicando más precisamente el sentido de observar con detenimiento).

Cuando Samuel, el profeta, sacerdote y juez de Israel, estaba en la selección del rey que reemplazaría al rebelde Saúl; miró a los hijos de Isaí buscando un hombre de gran porte. Un varón bien viril, fuerte, impresionante. Y lo encontró en cada uno de los hijos mayores de este fiel israelita. Pero Dios le objetó: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” 
Dios ya había mirado en el corazón del menor de los hijos de este varón, en un jovencito descartado por todos, aún por su padre, pero aprobado por Él, el pastorcito David.  Alguien de quien el Señor pudo decir “un varón conforme a mi corazón” (1ra Samuel 13:14). 
Lo mismo podemos decir de nuestro Señor Jesucristo. El profeta Isaías lo describió en su libro en el capítulo 53 versículos 2 como alguien en quien “no hay parecer ni hermosura; le veremos mas sin atractivo para que le deseemos”, para agregar a continuación que sería “Despreciado y desechado entre los hombres.” Tremendo, ¿verdad? Pero así como David era un varón conforme al corazón de Dios, según las palabras de Pedro en Hechos 2:22 “Jesús nazareno fue un varón aprobado por Dios”.
La cuestión es precisamente que ve Dios en nosotros. Seguro que ve nuestra imperfección, nuestra debilidad, nuestra naturaleza caída; pero cuando venimos a los pies de Su Hijo y nos arrepentimos de corazón, nos ve a través de esa sangre derramada en la Cruz. Y nos ve como nuevas criaturas, pecadoras todavía, pero regeneradas por Cristo. Nos ve ya no solo como parte de su creación, sino como sus hijos. Un gran cambio por cierto.

Y ahora ¿cómo nos ven las demás personas? ¿Cómo nos ven en el hogar, en el trabajo, en el barrio? ¿Qué ve la gente que nos conocía desde antes de nuestra conversión? ¿Ve un cambio en nosotros, o ni se da cuenta de que hemos “nacido de nuevo”? ¿Querrá alguien conocer al Dios en el que nosotros creemos? Estas preguntas no son menores ni superficiales, son claves para comprender el llamado de Dios a ser santos, como Él lo es (Levítico 20:7; 1ra Pedro 1:16). Seguro que solamente por nuestro buen testimonio nadie se va a convertir a Cristo, necesita oír el mensaje del evangelio. Pero por nuestro testimonio muchos querrán saber qué hace en nosotros la diferencia. Aunque también por un pobre testimonio muchos otros se perderán, no querrán saber nada de nuestro Dios, por no ver en un cristiano a un verdadero hijo de Dios, a un real discípulo de Cristo. ¿O acaso no fuimos llamados a ser sal y luz?
¿Cómo nos vemos a nosotros mismos? ¿Nos vemos como alguien superior a los demás seres humanos del mundo secular? ¿Vemos nuestros logros y no nuestras caídas, nuestros dones y talentos y no nuestros defectos? Yo quisiera verme (y a decir verdad no siempre lo hago) como Dios me ve. Como un pecador por naturaleza, pero redimido por su Gracia. Como lo “vil y menospreciado del mundo” pero como un recipiente donde mora su Espíritu Santo.

Y para finalizar ¿qué vemos nosotros en los demás? ¿Vemos al inconverso como una persona dura y difícil de alcanzar? ¿O la vemos como un desafío, como un alma sedienta de paz y de justicia? De esa percepción dependerá nuestra actitud en el evangelismo, nuestra compasión por los perdidos y nuestra respuesta a la Gran Comisión.
El Señor bendiga nuestras vidas y el precioso ministerio del Canto del Gallo. Amén.

Alfredo Posse (Misionero Pastor Chascomús – Buenos Aires)