Un encuentro transformador con Jesús

🔊📖 CENTRO CRISTIANO Y MISIONERO ETERNIDAD 


🗓️ 13 de Agosto del 2022


SERIE: SÁBADOS DE CAMBIO ↪️


Título: Un encuentro transformador con Jesús

Leemos en Lucas 5:12-14  
12 En una de las aldeas, Jesús conoció a un hombre que tenía una lepra muy avanzada. Cuando el hombre vio a Jesús, se inclinó rostro en tierra y le suplicó que lo sanara.
—¡Señor!—le dijo—, ¡si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio!
13 Jesús extendió la mano y lo tocó: —Sí quiero—dijo—. ¡Queda sano! Al instante, la lepra desapareció. 
14 Entonces Jesús le dio instrucciones de que no dijera a nadie lo que había sucedido. Le dijo: «Preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra. Esto será un testimonio público de que has quedado limpio».

De las variadas oportunidades en que el evangelio nos muestra a personas de diferentes condiciones y en circunstancias muy diferentes encontrarse con Jesús, esta es una de las que despierta en nosotros mayor compasión, aun dolor contenido que desborda en alabanza cuando se revela la manera de actuar de Jesús y como El dio respuesta a la demanda de un hombre muy necesitado de su mano sanadora.

Tener lepra en la época de Jesús era altamente estigmatizante, porque se trataba de una enfermedad muy contagiosa y sin cura conocida. Hoy todavía hay algunas situaciones que aíslan físicamente a las personas del resto de la sociedad, pero no podemos imaginar lo que representaba para alguien de aquella época convivir con ese mal.
Y en el caso del relato bíblico estamos frente a un caso grave, separado por la propia religión para prevenir al resto de las personas de la potencial infección, dado que  la sensibilidad de los miembros y tejidos se ha ido perdiendo y el riesgo de contagio era muy alto.
La separación que se hacía imprescindible del resto de sus semejantes viene a tener una gran excepción, porque alguien de quien ya el leproso habría escuchado acerca su obrar, sus milagros, su misericordia se acerca a él, y rompiendo con todos los “protocolos sanitarios y religiosos” lo toca para sanarlo. 

Si a veces encontramos quienes dudan del obrar amoroso de Jesús, escenas como esta son demostraciones claras de como palpitaba el corazón del Señor.
Y su accionar, al acercarse al dolor, hacerse uno con el necesitado, nos muestra que Jesús no ahorrar en riesgos para mostrar la identificación con el débil, el necesitado, el doliente, el despreciado…
Que nos enseña esta historia?
Que nos deja como experiencia?
Podemos hacer un análisis en cuanto a lo personal y en cuanto a lo colectivo.

En cuanto al primer aspecto
En lo personal:
Cristo vemos que es un médico del que no necesitamos enviar por él, porque siempre está de camino a nosotros, no necesitamos importunarle, pues nos escucha compasivo y presto para ayudarnos, no hay que pagarle pues atiende gratis y aun antes de que nosotros mismos se lo pidamos.
La voluntad de Dios corre pareja con Su poder para salvar a los pecadores.
El “se limpio”! nos habla de poder, tanto de una autoridad manifiesta como el poder de Dios manifestándose en el milagro. Cristo cura con una expresión de mando, la cual no son solo palabras, sino una verdadera acción poderosa. 
La gracia omnipotente que obra así, nunca nos va a faltar a quienes la deseamos y la buscamos de corazón.
Respecto a nuestra “lepra espiritual”, tenemos que buscar a Jesús y humillarnos ante El, de manera similar a lo que hizo este leproso que cuando vio al Señor cayó rostro en tierra…
Nuestra condición nos hace avergonzarnos y caer de rodillas, anhelando ser limpios, porque igual que el hombre de la historia, nosotros también podemos decirle;: ¡Señor, tu puedes limpiarme…!!!
Ni nosotros ni el enemigo de nuestras vidas puede hacernos dudar de la enorme gracia de Cristo, que quiere limpiarnos de toda maldad.
En una actitud de sumisión a la voluntad del Redentor… también nuestras mentes y corazones se abren buscando la sanidad espiritual del Señor.

En lo colectivo:
Esta historia es un llamado a despertar nuestros sentimientos más  profundos acerca de cómo reaccionar frente a las necesidades de nuestros semejantes, aunque a veces parezca que no son dignos de la atención, o que por la gravedad de la situación que se nos plantea no nos permite acercarnos a ellos…
Decir desde nuestra condición de cristianos que “ya no hay nada que hacer” cuando nos enfrentamos a requerimientos de personas que buscan ayuda es desconocer la grandeza de nuestro Dios, e ignorar la capacidad de nuestro Señor para actuar en los momentos y lugares más desconcertantes e imposibles para el hombre, para la ciencia, para la acción social humana.
Dios sana siempre y todo… desde el enojo desmedido, la adicción malsana, los malos hábitos con los que luchamos hace mucho, las raíces de amargura, la falta de perdón, el exceso de “yoismo”, las viejas heridas del corazón que están arraigadas y escondidas en nosotros, los pecados no confesados, y aun la falta de fe (porque lo que no proviene de fe es pecado).
Y por supuesto que no quedan fuera de su alcance los “pecados respetables” (que a decir de Jerry Bridges en su libro) como pueden ser los celos, la ira, el orgullo, la ingratitud y el juzgar a los demás, si es que nos arrepentimos verdaderamente y de todo corazón… porque si hay algo que alegra a nuestro Señor es una vida pura, sin mancha… santa e integra en su presencia.
 
Por eso, amigos que están compartiendo esta reflexión animémonos unos a otros a buscar la sanidad de nuestro Señor, a llevar nuestra lepra espiritual a sus pies porque nosotros también como cristianos podemos tener situaciones que necesitan ser sanadas y hoy es el tiempo, hoy es el día aceptable para ir a nuestro Señor.

¡Que Él les bendiga!!!

David Cot (Colon - Entre Rios)