Cuando la debilidad se transforma en fortaleza (2da Corintos 12:7-10)

🔊📖🐔 EL CANTO DEL GALLO

🗓️ 11/2/2023

SERIE: SÁBADOS DE CAMBIO ↪️

Titulo: Cuando la debilidad se transforma en fortaleza (2da Corintos 12:7-10)

Vivimos en un mundo y una sociedad donde siempre se exalta el ganador, al poderoso, al “winner”. Donde en todas las áreas de nuestra vida parecería que necesitamos mostrarnos perfectos. Cuerpos perfectos, para lo cual dedicamos tiempo y recursos en dietas, gimnasio, un “personal trainner”, etc. Y no digo que esto esté mal, por el contrario cuidarnos en las comidas y realizad ejercicio físico es muy elogiable. Lo malo es cuando eso es la prioridad en nuestras vidas. Lo mismo en cuanto a las finanzas, no estoy en contra de tener un buen pasar, ni de ser próspero en lo económico, de hecho, muchos hombres de Dios como Abraham o Job eran ricos. Pero de ahí a pretender tener, para parecer ser, hay mucha distancia. O tratar de influenciar en otros, como se habla hoy en día de “ser un influencer” o tener “tantos followers” que nos siguen en las redes. Con todo respeto: el mayor influencer fue Cristo, a punto tal que cambio la historia en un antes y un después de su nacimiento, y que tuvo y tiene más “followers” o seguidores que ningún otro líder en la historia

Parece que no podemos mostrarnos tal como somos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Sin embargo en el texto de hoy Pablo nos muestra como reconocer nuestra debilidad y hacer de esa nuestra mayor fortaleza. ¿Nos pusimos a pensar en por qué somos débiles? Primeramente, porque somos pecadores y nuestra naturaleza caída es el primer rasgo de nuestra humanidad. No en vano dice 1ra Corintios 1:27 al 29 que “que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.” Si reconociéramos lo débiles que somos otra sería la historia. 

En segundo lugar, porque tenemos un enemigo, Satanás, que se encarga de recordárnoslos a cada rato. Es el acusador de los hermanos como dice Apocalipsis 12:10 y quien aún cuando hayamos confesado y sido perdonados por Dios, vuelve a traer a nuestra memoria los pecados cometidos y hace que vivamos, si se lo permitimos, de derrota en derrota. Pero por otro lado tenemos a nuestro amoroso Padre Celestial quien conoce nuestras faltas, pero no las toma en cuenta, quien restaura al caído y lo pone otra vez de pie y listo para el servicio. Quien según el Salmo 103:13 y 14 “se compadece de los que le temen” porque “recuerda que somos polvo”. ¡Maravilloso amor!
¿Te pusiste a pensar cómo trabaja Dios en y con nuestras debilidades? Las utiliza para que nos humillemos y luego poder exaltarnos (Santiago 4:10), para sujetarnos en obediencia a Su Palabra. Esto es para que voluntaria y conscientemente nos pongamos bajo su autoridad. ¡Qué gran contraste entre Faraón que dijo “¿Quién es Jehová… no conozco a Jehová…”? y Nabucodonosor que aceptó que era Dios el que gobernaba aún por encima de su gran imperio.  Y por último, una vez que nos humillamos, que reconocemos su autoridad sobre nosotros, entonces y solo entonces nos bendice plenamente. La bendición es por cierto por Gracia, somos bendecidos con la salvación y la vida eterna por Gracia según nos enseña Pablo en Efesios 2:8. Pero la plena bendición, la que no tiene comparación nos llega cuando obedecemos a Dios, cuando hacemos su voluntad. Esa que enriquece y no añade tristeza (Proverbios 10:22). 

¿Qué sucede cuando acepto, cuando reconozco mis debilidades? Bueno muchas cosas, la primera: aprendo a depender de Dios. Nunca deja de asombrarme las palabras de Saulo de Tarso al encontrarse con Jesús en el camino a Damasco en el libro de los Hechos capítulo 9 versos 5 y 6. Su primera pregunta fue “¿Quién eres, Señor?”, él se daba cuenta que esa voz era de alguien a quien él no conocía, pero que tenía verdadera autoridad. Quien está o estuvo en un lugar de poder sabrá reconocer la autoridad cuando se la encuentre. La segunda pregunta, cuando Jesús se le manifestó por su propio nombre, ese nombre al cual Saulo despreciaba y rechazaba, fue “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” ¡Maravilloso! El que hasta recién no conocía y mejor dicho no aceptaba a Jesús como Señor, ahora ya quiere ponerse a su servicio.
En segundo lugar, experimento al poder de Dios en mi propia vida. Y no hablo de un poder “místico”, sino en uno práctico y palpable, el mismo que llevo al propio Pablo a decir en Filipenses 4:13 “Todo lo puedo EN CRISTO que me fortalece”. No en mis fuerzas, por más que me sienta poderoso y autosuficiente, sino en mi relación y dependía de Él. 
Y por último soy capacitado para servirle con excelencia.  Siguiendo con la experiencia de Pablo, llegó a manifestarles a los corintios “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.”(1ra Corintios 15:10) Tremendo, ¿no?. Era apóstol, llamado, escogido por la Gracia de Dios. Y como tal era un ferviente trabajador para la Gloria del Señor, sin dudas el mayor evangelista de todos los tiempos, sin la tecnología, sin los recursos con los que contamos hoy en día, haciendo todo “a pulmón” y aún ganándose el sustento con su trabajo manual y artesanal y sin pedir a nadie diezmos ni ofrendas. Pero esa Gracia era la que había trabajado en su vida y la que había hecho que su ministerio fuera fructífero.
Si queremos impresionar al mundo podemos mostrar nuestras fortalezas, nuestros dones, nuestros talentos, nuestras habilidades. Pero si queremos conmover a Dios empecemos por reconocer nuestra propia debilidad, nuestras limitaciones y nuestras miserias. Y entonces, y solo entonces Él nos fortalecerá y nos utilizará para Su Gloria. 
Amén.

Alfredo Posse (Misionero Pastor Chascomús – Buenos Aires)