En el silencio

🔊📖🐔 EL CANTO DEL GALLO

🗓️ Lunes, 5/6/2023

Serie: 😁 SERIE DISFRUTANDO DE DIOS

CAPÍTULO 6: En el silencio
    
📖 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15:34)
        
              La historia de hoy tiene que ver con la felicidad de compartir el silencio con nuestro Padre Celestial de quien muchas veces pensamos que nos castiga cuando calla pero esencialmente nos invita con su ejemplo, a hacer silencio para poder escucharle.
    Unos siglos después de Moisés, el profeta Elías, huyendo de la persecución de Jezabel, emprende una vez más el camino hacia el monte santo, impulsado por Dios. Escondido en una cueva, el profeta ve los mismos signos de la teofanía del Éxodo: el terremoto, el huracán, el fuego. Pero Dios no estaba allí. Después del fuego, dice el escritor sagrado, hubo «un ruido como el de una brisa suave». Elías se cubrió el rostro con el manto y salió al encuentro de Dios. Y fue entonces cuando Dios le habló (cfr. 1 R 19,9-18). El texto hebreo dice literalmente que Elías oyó «el ruido o la voz de un silencio (demama) suave».
    ¿Por qué Dios calla? A menudo, las Escrituras nos presentan su silencio, su lejanía, como una consecuencia de la infidelidad del hombre. Así se explica, por ejemplo, en el Deuteronomio: «Este pueblo se va a prostituir yendo en pos de dioses extranjeros de la tierra en que va a entrar. Me abandonará y quebrantará la alianza que pacté con él (…). Pero yo en ese día ocultaré irremisiblemente mi rostro por toda la maldad que habrá hecho al haberse vuelto en pos de dioses extranjeros» (Dt 31,16-18). El pecado, la idolatría, es como una cortina que hace opaco a Dios, que impide verle; es como un ruido que le hace inaudible. Y Dios espera entonces con paciencia, detrás de esa pantalla que ponemos entre nosotros y Él, a la espera de un momento oportuno, para volver a nuestro encuentro. «No apartaré de vosotros mi rostro, porque soy misericordioso» (Jr 3,12).
    Más que callarse Dios, pues, sucede con frecuencia que no le dejamos hablar, que no le escuchamos, porque hay demasiado ruido en nuestra vida. «No sólo existe la sordera física, que en gran medida aparta al hombre de la vida social. Existe un defecto de oído con respecto a Dios, y lo sufrimos especialmente en nuestro tiempo. Nosotros, simplemente, ya no logramos escucharlo; son demasiadas las frecuencias diversas que ocupan nuestros oídos. Lo que se dice de Él nos parece pre- científico, ya no parece adecuado a nuestro tiempo. Con el defecto de oído, o incluso la sordera, con respecto a Dios, naturalmente perdemos también nuestra capacidad de hablar con Él o a Él. Sin embargo, de este modo nos falta una percepción decisiva. Nuestros sentidos interiores corren el peligro de atrofiarse. Al faltar esa percepción, queda limitado, de un modo drástico y peligroso, el radio de nuestra relación con la realidad en general»
    En el corazón de la Revelación, más que en cualquiera de nuestras experiencias, es la historia de Jesús mismo la que nos introduce con mayor profundidad en el misterio del silencio de Dios. A Jesús, que es el verdadero justo, el siervo fiel, el Hijo amado, no se le ahorran los tormentos de la pasión y de la Cruz. Su oración en Getsemaní recibe como respuesta el envío de un ángel para consolarlo, pero no la liberación de la tortura inminente. Tampoco deja de asombrar que Jesús rece en la Cruz con estas palabras del salmo 22: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Lejos estás de mi salvación, de mis palabras suplicantes» (Sal 22,2). 
    El hecho de que quien no conoció pecado (2 Cor 5,21) haya experimentado de este modo el sufrimiento pone de manifiesto cómo los dolores que marcan a veces de manera dramática la vida de los hombres no pueden ser interpretados como signos de reprobación por parte de Dios, ni su silencio como ausencia o lejanía. Dios permanece a veces en silencio, porque quiere abrirse camino en nuestra alma. Solo así se entiende, por ejemplo, que permitiera el sufrimiento de José, en la incertidumbre acerca de la maternidad inesperada de María (cfr. Mt 1,18-20), pudiendo haber «programado» las cosas de otro modo. Dios estaba preparando a José para algo grande. 
    Cuando quieras realmente disfrutar de la Presencia Divina en tu día a día, búscalo en lo profundo del silencio

📲 FRASE DE VIDA: Dios es el silencio del cual proceden todos los sonidos. Él no perturba nunca la alegría de sus hijos, si no es para prepararles un gozo más seguro y grande

🖋️ SG