🔊📖 CENTRO CRISTIANO Y MISIONERO ETERNIDAD
🗓️ Jueves, 28/9/2023
SERIE: CÓDIGO DIEZ
Día 19: Décimo Mandamiento: NO CODICIES (II)
📖 Lectura: “Para que no codiciemos cosas malas como ellos codiciaron” (1 Co. 10:6)
“Codiciar” significa literalmente “poner un deseo intenso sobre algo o alguien” . Esta pasión puede ser por cosas buenas o cosas ilegítimas. Cuando el anhelo intenso está sobre lo que no es bueno nos encontramos con la codicia. Pero es bueno poner pasión sobre las cosas buenas: “tengo un vivo celo por el Señor” decía Elías (1 R. 19:10, 14); tengo un “ardiente deseo por la casa del Señor” repetía el salmista (Sal. 84:2); y tengo un “ardiente deseo por la salvación de Israel” afirmaba el apóstol a los gentiles (Ro. 9:1-3; 10.1). Pero la historia de Israel nos deja ejemplos para que no codiciemos cosas malas como ellos codiciaron. La historia de Números 11, nos presenta la codicia como una enfermedad con determinadas características.
La codicia es contagiosa . Los egipcios que habían escapado de las plagas y estaban entre el pueblo de Israel sintieron un vivo deseo por la comida de Egipto. Y sus quejas infectaron el corazón de los judíos. Satanás usa este germen para estorbar la obra de Dios. Eva vio, codició y tomó... Adán se contagió, y la humanidad llora por las consecuencias. Acán vio, codició y tomó... su familia lo apoyó, y el pueblo fue derrotado. David vio, codició y tomó... cuatro hijos se contagiaron y el reino quedó en peligro. A la codicia no le gusta la soledad, quiere tener su propio club de fans. ¿Conoces a personas que son codiciosas? Ellas nunca se conforman con lo que tienen. No estés mucho tiempo con ellos, pues te alborotarán, al menos Dios dice eso; y Él los conoce bien (Pr. 15:27).
La codicia es amnésica . Ellos repetían las frases de los egipcios recordando melones, pepinos, puerros y cebollas; pero se habían olvidado del ladrillo, del látigo, cadenas, y trabajos forzados. ¡La codicia mira espejismos como realidades y realidades como pesadillas! Mira hacia atrás y haz memoria de la fidelidad de Dios. Repasa, mi hermano, tu corazón con la aspiradora de Su gracia; que no queden vestigios de codicia allí, mira los pescados y sandías de los incrédulos y piensa... ¡Qué sería de mí si el Señor no me hubiera salvado! El hijo pródigo anhelaba las algarrobas de los cerdos hasta que volvió en sí y comenzó a recuperar la memoria “¡Cuantos jornaleros en la casa de mi Padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!”. ¿Has corrido tras la codicia de la ciudad apartada y estás enlodado deseando las algarrobas de cerdos? Recupera tu memoria, arrepiéntete y vuelve; hay una fiesta, un becerro gordo, un anillo y vestido esperando... ¿No lo anhelas ardientemente?
(HAG)